La huelga, históricamente hablando, se origina como herramienta por parte de la clase obrera para conseguir sus legítimos objetivos, siendo estos la mejora de las condiciones laborales, normalmente y como parece lógico en detrimento del “patrón”. Uno de los principales referentes históricos en Cataluña lo tenemos en la gran huelga de “La Canadiense”.
Se inició el 5 de febrero de 1919 en Barcelona prolongándose durante 44 días en los que se convirtió en huelga general y paralizando Barcelona y el 70% de toda la industria catalana.
La huelga constituyó uno de los mayores éxitos del movimiento obrero español, pues tras el fin de la huelga se consiguieron mejoras salariales, la readmisión de obreros despedidos, la liberación de miles de obreros detenidos durante la huelga y el Decreto de la jornada de ocho horas de trabajo, PRECEDENTE DEL CUAL HOY DISFRUTAMOS LOS TRABAJADORES, convirtiendo a España en el primer país que promulgaba esta reivindicación obrera.
El mensaje era claro; si los obreros no trabajamos el mundo se para. Podríamos decir que la huelga se ha convertido no solo en una herramienta por parte de la clase obrera como medida de presión para lograr sus reivindicaciones sino que actualmente ha pasado a ser un medio de reivindicación por excelencia sobre todo para visibilizar problemas sociales existentes en los que normalmente se ve afectado un colectivo minoritario o no en situación de desigualdad.
El colectivo femenino no deja de ser otro grupo de personas que también sufre constantemente una situación de desigualdad en muchísimos aspectos sin embargo en la huelga del día 8 convergen dos hechos:
- la reivindicación de la mujer como tal y, en consecuencia,
- el deber de luchar para obtener su pleno derecho a estar en una situación de igualdad respecto al hombre y
- el deber de hacer visible esta desigualdad en el ámbito laboral.