Algo inevitable que existe en la vida es la muerte. No sabemos cómo ni cuándo, en la mayoría de los casos, pero todos vamos a morir en algún momento.
Para nosotros será como cerrar los ojos y entrar en un sueño profundo, no vamos a entrar en debates del cielo y el infierno. Para los que dejamos empezará una etapa muy dolorosa de duelo y tal vez una pesadilla si no hacemos las cosas bien en vida.
Uno de los problemas más grave a los que se enfrentan unos deudos es al reparto de los bienes o deudas que puede existir tras una muerte. Casi nunca se prevé que la muerte pueda llegar y casi NADIE NUNCA HACE TESTAMENTO. Esto se convierte en un verdadero dolor de cabeza, por que en el mejor de los casos se deben interpretar las últimas voluntades del difunto y repartir las cosas en función de ellas. O en los peores y mayoría de los casos se puede ver como una familia entabla una batalla legal eterna y costosa hasta ganar el último céntimo del ser querido.
En los despachos de abogados se dice que los divorcios y las herencias sacan lo peor de las personas. No es broma.
Lo mejor que podemos hacer es escribir cómo queremos que ocurran las cosas en nuestra partida. Es un poco tétrico, pero es efectivo, eficiente y si lo hacemos ante un notario es legal. Esto tiene un coste, pero es simbólico pagar una tasa ahora que una batalla legal después por no hacerlo. Los juicios por herencias pueden ser eternos y los costes de abogados igualmente caros.
Hagamos esto de una vez, consultemos con un abogado y dejemos por escrito nuestras voluntades. Podemos revisarla cuentas veces queramos y actualizarla de acuerdo a lo que pase en nuestra vida. Mil veces mejor esto que no hacer nada.
Un tema aparte son los impuestos de sucesión que pueden llegar a ser bastante elevados en España y Catalunya. Para evitarlos podemos ir cambiando el nombre de los titulares en vida, pero eso ya es otro tema.