Líder por siempre, el valor del liderazgo.

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A un coach ejecutivo de una importante corporación industrial estadounidense le preguntaron los directivos de su seminario cómo hacía para tener siempre tanta energía, ya que parecía que no se cansaba nunca. Uno de los asistentes le dijo:

– ¿Cómo puede llegar de un viaje de varias horas en avión, subirse al escenario y darnos un seminario de otras cuatro horas?

La respuesta fue más simple de lo que esperaban:

– Sólo hay una explicación para esto: el entusiasmo que me provoca estar frente a mi auditorio por más cansado que esté.

Una de las cosas más importantes que un líder puede hacer es dar ejemplo. Además de ser apasionado, comprometido, dedicado y motivado.

Un CEO de una corporación industrial afirmaba que su empresa sobrevivió más de una década de altibajos en el mundo de los negocios porque su equipo estaba hecho de la mejor materia prima, no refiriéndose al ADN, sino al esfuerzo de superación diario de equipos y personas. Compartir esto es desterrar de una vez el tópico de que “el líder nace y no se hace”, cuando la experiencia demuestra una y otra vez que no es necesario nacer con dotes especiales, si bien es cierto que el talento natural ayuda. Tampoco es necesario graduarse en Harvard o en Yale, sino tener consciencia de que el liderazgo es una habilidad que todos podemos aprender y continuar perfeccionando a lo largo de nuestra vida.

Los líderes surgen con frecuencia durante los momentos más difíciles. Y esto no se obtiene en un máster ni en un doctorado.

A menudo cuando se formulan  preguntas tales como: ¿cuál es el ingrediente secreto para saber si una persona tiene espíritu colaborador y se perfila como un gran líder?, podría decirse que existen una multitud de características. Pero sin lugar a dudas, aquellas personas que ya apuntan a ser líderes efectivos y a destacar tienen un valor común, que es reconocer y apreciar lo bueno de los demás.

Cuando se tiene la oportunidad de trabajar con una persona inspiradora, reflexiva, que perdona y que siempre comprende humanamente cualquier situación que se presente, es normal que dicha fuerza y autoridad trascienda y llegue al resto motivándoles en la búsqueda de la cohesión y compromiso compartidos.

Una cosa que sí ha cambiado en los últimos años, debido especialmente al acceso ilimitado a la información así como a una comunicación transversal además de la lineal de arriba hacia abajo, es que el líder ya no piensa exclusivamente que el máximo provecho de su experiencia y aprendizaje lo obtendrá del más alto nivel de la organización. ¡No! Sabe que en el top management hay un valor que se llama influencia, pero que en la base de la estructura organizativa, pesa el nivel de conocimiento aplicado, habilidades adquiridas y actitudes de todas y cada una de las personas que día a día van marcando una diferencia en la producción de resultados.

A diferencia del liderazgo convencional que se nutría de la capacidad de influir desde arriba, en el presente influye mucho más la predisposición y la forma de actuar de todos los empleados a los que les une la colaboración profesional, compartir información, ideas y conocimiento, así como una facilidad de adaptación al cambio que con seguridad costará más a los que están arriba en la misma estructura.

El líder efectivo sabe dónde se genera el nuevo conocimiento, porque la inquietud no crece en la cúspide de manera exclusiva, sino más bien está en todas las secciones y direcciones. La transversalidad de la información así como de las pocas jerarquías existentes en las organizaciones actuales, facilita que el personal sea más proclive a abrirse a nuevas ideas así como a desarrollar un gran valor de autonomía decisoria y lo importante es que no temen a ejercerlo.

Tanto el personal de base como el líder comparten la misma pasión por aprender, por lo que se apoyan mutuamente en el esfuerzo del aprendizaje que tiene premio a corto plazo en su desarrollo personal y profesional.

Por más que se pueda nacer con un don, nunca será poco el esfuerzo que se haga en mejorar las habilidades innatas, porque con frecuencia saber utilizarlas y aplicarlas con criterio, además de oportunidad, es algo que se perfecciona. Aprender a ser líder es un proceso, no un momento de inspiración o un día de buenos resultados.

Los líderes efectivos son trabajadores tenaces que siempre están en primera línea de fuego, creando más que la media de las personas ordinarias. Pueden adaptarse rápidamente a los cambios y están abiertos a nuevas ideas de la misma forma, como mínimo, al que está dispuesto el personal en su actitud hacia la formación y la capacitación. La mayoría de personas que llegan a posiciones de liderazgo no contaban con esta habilidad para el liderazgo al nacer, pero la han aprendido y refinado con el transcurso del tiempo.

Ellos entienden lo que significa la potenciación del talento, ayudando a otros, enseñando e inmediatamente poniéndose codo con codo en la creación de aquellas ventajas que producen la prosperidad de toda la organización y que los miembros de los diferentes equipos pueden comprobar la mejora a su alrededor.

El líder efectivo requiere poca orientación e intuitivamente sabe cómo construir y llevar a cabo las tareas más difíciles, así como mantener la motivación de los equipos en los proyectos, cuestión que con los cambios continuos y sorpresas que da el mercado se convierte en una tarea más complicada y comprometida de lo que parece.

Ellos nunca se sienten que han hecho lo suficiente y esta dureza de su carácter les distingue de la multitud.

Ellos están en constante movimiento, creando y ayudando a otros a hacer ya sea sus tareas como nuevas que tienen que aprender. De ahí que una definición que nos atrae a los autores es considerar a los líderes efectivos como gente ordinaria que puede hacer tareas extraordinarias. Incluso cuando hay que salir de un reciente fracaso y ponerse nuevamente manos a la obra.

La intuición de los buenos líderes no sólo les ha hecho anticiparse a los problemas y gestionar mejor el cambio, sino facilitar que las personas y la organización en conjunto, pudiera construir los mecanismos de defensa que al final de la crisis les pone en clara posición ventajosa frente a la competencia.

Cuántas veces ocurre que una decisión que ha tomado el líder es cuestionada y mal interpretada. Sin embargo, ellos no se aferran a esas actitudes y pensamientos negativos de una o más personas. Neutralizan la negatividad y la duda aportando energía e ideas a todas y cada una de las personas. El miedo se vence con ideas y no con quejas.

Tampoco les interesa llevarse el crédito de una acción implementada que resulta ser salvadora de una situación de crisis, sino que lo comparten con los demás. Participan a las personas en lo bueno y las defienden en lo malo, haciendo honor a la frase: “el fracaso tiene un dueño y el éxito mil padres”. Ellos prefieren asumir la responsabilidad y compartir las medallas del triunfo.

Así es como en Habeas entendemos el valor del liderazgo y lo compartimos con todos ustedes.

 


 

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