Los empresarios y directivos suelen contemplar muchos factores para mejorar los resultados y beneficios de su departamento o empresa, y sin embargo, más veces de las debidas, no tienen en cuenta el factor humano, es decir, se ignora a los colaboradores de la organización, que son los que más les pueden ayudar a mejorar. Los colaboradores involucrados y comprometidos son sinónimo de éxito en las empresas. El problema se presenta cuando son pocos o ninguno los colaboradores que se sienten totalmente involucrados y comprometidos con la compañía.
En muchas ocasiones, y más con la última crisis, excesivamente extensa e intensa, el desánimo, cuando no directamente el miedo a quedarse sin empleo, o el sentirse atrapados en un trabajo que no motiva (cualquiera se mueve hasta que no se aclare el panorama laboral), hace que algunos colaboradores se dejen llevar por actitudes pesimistas o al menos inadecuadas.
Este escenario convierte su trabajo en rutinario y sin alicientes, en un horario que hay que cumplir y unas tareas que realizar, donde en muchos casos trabajan sin prestar la debida atención, y mucho menos con concentración y no digamos entusiasmo, es decir, con el piloto automático, o de forma mecánica, o con la ley del mínimo esfuerzo (esa mentalidad tan carpetovetónica nuestra de: “para lo que me pagan, bastante hago”). Actitudes estas que no pasan inadvertidas en la empresa, y a las que suelen responder los mandos en la misma medida (mentalidad igual de carpetovetónica que la anterior, donde ‘sutilmente’ cambia el argumento por: “para lo que hacen, demasiado cobran”).
En otras ocasiones, los colaboradores están involucrados y comprometidos, pero no se sienten apoyados en sus compañías. No existe una coordinación adecuada o sienten que sus aportaciones caen en saco roto, porque no son tenidas en cuenta. No se trata de hacer siempre lo que sugieren los colaboradores, pero si tener en cuenta su opinión, cuando la aportación sea interesante, y si lo es, resaltarla adecuadamente frente al grupo. Este simple gesto de consideración hacia el colaborador, es extraordinariamente motivador, tanto para él como para el equipo.
No hace mucho, en un hotel de 4 estrellas en el que me encontraba hospedado, escuché al jefe de recepción responder a un colaborador que le sugería una manera diferente de hacer una tarea, en la que podrían ahorrar tiempo, personal y esfuerzos innecesarios, de la siguiente forma: “Ata la mula como te diga el amo; tú no pienses que para eso están los caballos que tienen la cabeza más gorda”. Esta frase fue dicha delante de varios clientes que estábamos esperando en recepción, por lo que al colaborador casi se le incendia el pelo de lo colorada que se le puso la cara.
O como en otra ocasión, en que estaba reunido con un gerente para analizar los detalles de un curso de formación para sus vendedores, y me dice: “Lo que quiero es que mis vendedores salgan ’empalmados’ a vender” (literal). No pude evitar responder: “En ese caso lo que tienes que hacer es “repartir viagras” y no “impartir formación”.
Ejemplos de este tipo de pseudojefes desmotivadores (no puedo poner líderes), podemos poner unos cuantos. Es muy probable que tú, amable lector, también conozcas algunos ejemplares como los mencionados.
Un líder en cualquier empresa, debe saber motivar y transformar estas actitudes pasivas e incluso negativas, por otras positivas, que multipliquen en la empresa en vez de dividir. No debemos olvidar que motivar es algo que va con el cargo, y ¡si no sabe motivar, no es ningún líder; por lo que no debería ocupar ningún cargo de dirección!
Es muy difícil, por no decir imposible, mantener una situación de motivación permanente en el tiempo, si los colaboradores ven que sus esfuerzos o las aportaciones que han realizado, no se tienen en consideración. Que pregunten al joven colaborador del hotel su motivación a seguir aportando ideas y sugerencias a su jefe de recepción, para mejorar las tareas.
Si cualquiera de nosotros, el trabajo extra que realizamos, viéramos que no sirve para nada, al final caeríamos en la apatía.
Las reuniones donde se fija el objetivo semanal y/o mensual, deberían implicar a todos los departamentos y son claves para lograr este compromiso por parte de todos. Las charlas privadas con cada uno de los colaboradores, son fundamentales para la motivación individual y colectiva. La formación es esencial para ampliar conocimientos y técnicas, adquirir nuevas habilidades y ‘apuntalar’ la motivación individual y grupal.